Mi primer pregunta es
si todo depende de la siguiente.
La respuesta es un lujo que
la regla del arte escondió.
Aquella noche algo decía
mientras burlaba una sonrisa.
Me advirtió que era un secreto,
pero yo ya lo sabía.
Más difícil discernir las culpas,
más sencillo protegerlas.
Se incorpora mi cuerpo abrazado
a una extraña expresión marchita,
que solía dar órdenes a oscuras.
Y me despertó.
¿Quién dice más que las palabras?
Quizá mi tiempo de mal carácter
pueda mirarlas con la frente baja.
Y al fin les permita decirme
lo que alguna vez creí,
y lo que no.