- Es bueno volver a verte. – Comentó honestamente el hombre ordinario.
- Buenas tardes, ¿Qué te aqueja esta vez? – Respondió secamente el hombre inteligible.
- Es que, siento algo aquí dentro. Una especie de sed. Deseo el éxito.
- ¿Y cómo crees, acaso, que conseguirás el éxito?
- Quiero tal vez el reconocimiento, sí, eso mismo, que todos me reconozcan y me amen.
- Te equivocas, hijo mío, si crees encontrar la paz en el amor ajeno. Aquella paz que mal nombras como éxito, solo la encontrarás en tu propio reconocimiento, cuando seas capaz de amarte a ti mismo.