El hombre de energía inmortal se enferma. Su cuerpo comienza a deformarse, sus articulaciones no responden obedientemente y sus ojos se pierden con mayor frecuencia. La noticia se propaga afectando a diversos elementos de la existencia. Las familias salen a la calle a observar el cielo y la naturaleza comienza a cuestionar su propósito.
El hombre de energía inmortal siente dolor. Se retuerce lentamente y gime por las noches. El planeta tierra no puede tolerarlo y expresa su fastidio. Las placas tectónicas combaten entre sí con una descomunal violencia. La presión se vuelve incalculable y los volcanes revientan. El magma desorbitado arrasa con cualquier pueblo aledaño.
Los seres superiores no pueden permanecer al margen del hecho, los dioses de occidente resucitan y los de oriente despiertan, se reúnen en un congreso de carácter divino y deciden que es momento de confesar al fin el secreto de la felicidad a la raza humana.
La evolución se detiene y el tiempo pierde la coherencia volviéndose un factor intrascendente sin una medición específica. Las aves padecen la demencia y caen abruptamente, los animales terrestres se arrojan al vacío y los acuáticos se ahogan inmersos en la confusión.
Las verdades carecen de credibilidad, sus fundamentos se vuelven falsos. El conocimiento pierde la memoria y lentamente se convierte en una frágil víctima de la ignorancia.
El hombre de energía inmortal agoniza. Sus ojos se cierran en forma definitiva respondiendo a la debilidad de su cuerpo, su boca esboza sin esfuerzo una sonrisa impulsada por las carcajadas de su espíritu, de energía inmortal.